martes, octubre 22, 2002

El silencio no puede apagar el fuego
(Canción de libertad contra las rejas de lo superfluo)

Cuando León no puede cantarte
la misma canción que yo estoy escuchando,
el silencio se agranda
se hace largo y trata de romper un pensamiento.
Pero el silencio es nada más que una palabra,
algo que no dije, no dijiste o no dijimos,
una caricia que se quedó en la punta de los dedos
esperando el momento de bordear
los límites de lo no propuesto.

Hace frío y las hadas no quieren milanesas,
las pajaritas vuelan con nieve en sus espaldas
y una espadita me sirve de consuelo
cuando un labio vacío me grita de deseos.

Hay una leve especificación flotando
en el ambiente.
Vos, yo, los dos
y una canción que todavía no escuchamos.
La risa, la pasión, la cárcel del silencio.
La libertad llorando en los rincones
y un beso se abre paso entre las muertes
para sembrar de esperanzas
los desvelos.

Estamos troquelados en el aire,
se corta la respiración
nos crece el corazón
y es como abrirle la cabeza a los misterios.

Ni vos ni yo soñamos alguna vez
con cosas de estas,
con el repiquetear incesante de relojes,
el cosquilleo en el estómago
y la risa que destroza los espejos.

Ni vos ni yo imaginamos,
que lo que fluye en un instante
ya no cesa,
que el río cruza veinte continentes
y el viento te acaricia
desde las hojas de tu sauce
con el rumor apagado
de las ramas que se doblan
sin romperse.

Decime:
¿es esta sensación una porción del fuego?

Es la canción, nena,
es la canción que nunca
se dejará doblegar
por el silencio.