jueves, enero 15, 2004

Ya falta poco
Canción para un montón de horas desesperadas

Camino por una ciudad vacía
a la cual no pertenezco
ni me pertenece,

vagando
por calles impregnadas de tu nombre
y de recuerdos

reconozco en mí el hambre
las yemas de mis dedos
tus huellas en mi piel que no se apagan
mi sexo confuso
que no entiende de ausencias
ni abstinencias
grita en su idioma de gestos
que la espera es una asfixia
inmerecida, ilegal, desesperante

y mi lengua
ardida de sed rasga los dientes
no puede soportar la humillación
de no tenerte

jugar con tus pezones
(llaves que abren las puertas de lo eterno)
lamer equitativamente cada poro,
cada célula
de tu cuerpo en vibración constante

¿qué le digo a mi organismo?
¿cómo puedo explicar esta locura
si yo mismo no lo entiendo?

un reloj lanza su lamento de agujas insultantes
los números absurdos de los almanaques
se incrustan en los cristales acuosos de los escaparates

—ya falta poco—
dice una voz que proviene de las ansias
y todo mi cuerpo es una tromba
pierdo el sentido
giro en sentidos asimétricos
mientras el mundo entero se babea en vértigos

—ya falta poco—
me digo a modo de esperanza
y los labios se me agitan sin palabras

morder y acariciar
aspirar tu aroma y perpetrarme en tus entrañas
atenazarte, para que no te vayas nunca más
para que no me obligues a este dolor tan hondo
que me provoca no tenerte

lamer y besar
sentir en los gemidos tu contorno
meterme bien adentro de tu origen
para impedir que me extirpes y me dejes

—ya falta poco—
el huracán afila sus puñales
todo el amor mezclado con la bronca
el deseo y el hambre
las ganas de abrazarte
—ya falta poco—
para absorber tus gritos
y volar en la locura irrefrenable
—ya falta poco, mi amor—
para nacer y morir
y volver a nacer
entre tus piernas.

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