Sueño sin premeditación ni alevosía
(Canción para despertar de las pesadillas)
Soñé:
El sol quemaba las enredaderas
donde dormían los deseos
y las pasiones fecundaban
oligofrenias difusas
como mares y serpientes
y avatares desnudos
esperando micros
que jamás llegaban.
En algún lugar no tan lejano
había una mujer
trazando líneas
en la palma de un espejo,
no lloraba ni reía,
pero su corazón
latía un poema
tan viejo y triste
como el tango
que nadie compuso.
Yo corría,
no dejaba de correr
y no sabía
que los horizontes
devoraban mis pies
y no sabía
que los amaneceres
tenían las uñas largas
y los dedos teñidos
de delirios inconstantes,
no sabía
que las ausencias
destrozaban el sentido
y no sabía
que las esperas largas
levantaban muros infranqueables
separando inutilmente
el corazón de las razones.
Y cuando comenzó a llover
el cielo rugió sus temporales,
las brújulas enloquecieron
y una nave zozobró
en la bahia
donde la noche
estiba soledades.
Me dolieron los ojos
y me dolió una muela,
algo, una sombra espesa
pasó por mi costado
arrancando trozos de mi piel
haciéndome notar
que los dolores
estaban en mi carne
inrustados tan profundamente
desde aquel instante
en que no decidí nada.
Ya era tarde,
el sueño se precipitó
hacia la realidad
y se hizo lágrima.
Y cuando desperté:
una gota de tus labios
daba vueltas en mi almohada.
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