viernes, octubre 29, 2004

Para siempre

desde las horas azules
como el cielo abierto
y tus manos girando a mi alrededor
de noches estiradas hasta el colmo
de salir huyendo de la luna

las hojas se amontonan sobre
el costado gris de las esquinas
tus labios heridos por mis dientes
dibujan la sonrisa que me traduce
la canción del universo
y el trébol se enamora de la planta
de tu pie que lo atrapa
contra la tierra recién regada
y el viento surge desde el fondo de tu pecho
a despertar mis manos
a despertar mi hambre de tu piel que nunca duerme
que no descansa en mis caricias arrancadas a las ganas
de descubrir tus escondites
las palabras talladas en el verbo del sexo
la ternura
la explosión que estalla en grito de colores
y luces de posición que no se apagan

nena
mujer mía en esta hora de octubre que se escapa
hacia la ciudadela agazapada de noviembre
vengo cabalgando una vieja historia de ilusiones
dame el fruto
dame el arco ahuecado de tu espalda que tiembla
cuando mi mano despeja nubes de extrañar
y recorre la línea de ojos cerrados hasta la desembocadura
de la sangre
que hierve
hierve siempre
y se cuela entre las células y produce la simbiosis
de ser vos y yo una sola carne fundida estremecida
en el milagro despojado de ayeres
de instantes
tan intensos que el tiempo se detiene
asombrado por la escena
de nuestros cuerpos y almas
danzando en la tormenta
abrazados
igual que en ese sueño compartido
que termina con la frase para siempre