viernes, enero 30, 2004

Poemas del Tomate - Despielado
Blues del fin de los juegos

Jugué a la playa,
pero como todo juego que intento sin vos resultó un desastre

mi piel hecha jirones levita en el abismo
de la resurrección
el nombre de las cosas
la melodía y la canción
la ensalada deliciosa
y nuestros cuerpos entrelazados inventando
letras allí donde sólo lo gutural es un lenguaje

nena, vos, yo,
la plenitud de los ojos viajando por un camino apenas recorrido en milenios cansados de esperar las oportunidades o la risa
que surge
cuando menos se espera que haya risa
o gestos torpemente dibujados en teléfonos que callaron al unísono

de viajes y de playas
de esferas huecas como mentes sin color
si no estamos contenidos en la distancia exacta de los besos
las caricias
o más cerca
tan cerca como el amor que se nos pega y nos derrite
nos hace monigotes suspendidos de una cuerda inquebrantable
me sumerjo
en tu mar y emerjo vivo
más entero
más eterno
mucho más que aquellas madrugadas con tu nombre galopando entre los dientes
es la piel, nena,
son los restos de mi cuerpo que me olvido entre tus sábanas
las manchas agridulces que no saben hablar pero repiten monosílabos
que tus oídos entienden cuando el sueño te cubre como una mano mía que jamás se aleja
y repite la caricia voraz
la que te abarca provocando el desenfreno
y el gemido
de tu cuerpo despejado como un puerto que se abre
para atraer mi nave atiborrada de deseos

te conozco
conozco los tesoros
que tu pasión construye sin otra intención que regalármelos
y sin embargo
hay veces que intento jugar juegos perversos
jugar a soledades o destiempos
jugar a que soy tan idiota que tu amor me queda grande
que no merezco ni el diez por ciento de lo que tenés para ofrecerme
pero son juegos
y como todos los juegos que intento sin vos: son un desastre

martes, enero 20, 2004

Acá allá o en cualquier parte
canción del incendio en los extremos del puente

Tu boca tu risa tus ojos tus lágrimas
tu forma de amarme
nada tienen que ver con dónde estamos
ni con lunas desmayándose de envidia
ni con soles compitiendo por el fuego
ni con mares ahogados por el viento
ni con rutas pervertidas tratando de alejar

nena, nada tiene que ver
con nuestros cuerpos devorándose
con la ansiedad envuelta en besos

la locura nos atrapa y no hay distancias
el tiempo transcurrido es un silencio destrozado y sin futuro
el hambre acumulada es energía que no cesa

me elevo hasta la cúspide de la incredulidad
y me lanzo hacia tu realidad para palparte
para corroborar tu carne con mis manos anhelantes
para encender tu fogata con mi lengua indecente
para entender que no hay otra verdad
que no sea esta inconciencia de amar
todas tus bocas
todos tus labios
todas tus cavidades
todas tus salientes

entender la magia
recibir el ardor
que aviva más y más las llamas
no dejar que la locura amaine
es viento es huracán es el placer pendiendo de un grito
es un temblor que nos envuelve
es un abrazo interminable que destruye
toda señal de ausencia
o de distancia

nada tiene que ver el lugar ni el tiempo
ni las lunas ni los soles ni los vientos
nuestro viaje de sexo es más allá
siempre estamos milquinientos pasos adelante
de todo lo contrario
porque vamos metidos en el mismo sueño
un sueño que está en todo lugar
y en todo tiempo.

jueves, enero 15, 2004

Ya falta poco
Canción para un montón de horas desesperadas

Camino por una ciudad vacía
a la cual no pertenezco
ni me pertenece,

vagando
por calles impregnadas de tu nombre
y de recuerdos

reconozco en mí el hambre
las yemas de mis dedos
tus huellas en mi piel que no se apagan
mi sexo confuso
que no entiende de ausencias
ni abstinencias
grita en su idioma de gestos
que la espera es una asfixia
inmerecida, ilegal, desesperante

y mi lengua
ardida de sed rasga los dientes
no puede soportar la humillación
de no tenerte

jugar con tus pezones
(llaves que abren las puertas de lo eterno)
lamer equitativamente cada poro,
cada célula
de tu cuerpo en vibración constante

¿qué le digo a mi organismo?
¿cómo puedo explicar esta locura
si yo mismo no lo entiendo?

un reloj lanza su lamento de agujas insultantes
los números absurdos de los almanaques
se incrustan en los cristales acuosos de los escaparates

—ya falta poco—
dice una voz que proviene de las ansias
y todo mi cuerpo es una tromba
pierdo el sentido
giro en sentidos asimétricos
mientras el mundo entero se babea en vértigos

—ya falta poco—
me digo a modo de esperanza
y los labios se me agitan sin palabras

morder y acariciar
aspirar tu aroma y perpetrarme en tus entrañas
atenazarte, para que no te vayas nunca más
para que no me obligues a este dolor tan hondo
que me provoca no tenerte

lamer y besar
sentir en los gemidos tu contorno
meterme bien adentro de tu origen
para impedir que me extirpes y me dejes

—ya falta poco—
el huracán afila sus puñales
todo el amor mezclado con la bronca
el deseo y el hambre
las ganas de abrazarte
—ya falta poco—
para absorber tus gritos
y volar en la locura irrefrenable
—ya falta poco, mi amor—
para nacer y morir
y volver a nacer
entre tus piernas.

jueves, enero 01, 2004

El puente de la Luna
Canción acurrucada para comienzos insomnes

El mundo
su giro indiferente
un tacho abollado de minutos   horas y kilómetros

tus manos boca ojos
tu cuerpo en el abismo de la sed
igual que yo

entre copas distantes

dos miradas perdidas
deseos que no amainan
ni aún cuando la vida
estalla en sus monótonas cuestiones alegóricas
de números que cambian

los espejos insomnes
apagan un instante sus reflejos

¿y qué importa?
¿qué es toda esta historia
de estar mordiendo el aire?

ay nena:
a veces el dolor no es más que una ilusión
a veces la nostalgia es una cuerda rota
ahora es la verdad
la prueba en que se troca la risa por la lágrima
el turno del amor desnudo y sin defensas
el momento de ahogar las dudas sin temor
el instante de ser vos y yo como queremos serlo

no perdamos el tiempo
en vanos sufrimientos
si estamos siempre cerca
metidos en nosotros
en la inexpugnable torre
de nuestros pensamientos
colgados de la Luna
y su magia de puente
que acerca y que perpetra
la caricia y el beso
destruyendo el murmullo insano de extrañar
y esa absurda locura que nos presume lejos